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Es importante dar voz y empoderar a las mujeres en la industria

Natalia Márquez conoce sus capacidades profesionales y le gusta poner todo lo que esté de su parte para hacer bien su trabajo, no obstante, identifica que en la industria hay brechas generacionales y de género que le impiden a las personas jóvenes y a las mujeres explotar todo su potencial.

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Natalia Márquez

Natalia Márquez, gerente de Control de Calidad y subgerente de Servicios Técnicos en Dipsol México. Foto: Cortesía.

Aceptar nuevos retos y adaptarse a nuevas situaciones son dos características que han ayudado a Natalia Márquez a desarrollarse y crecer dentro de la industria de acabados en la que tiene ya casi ocho años y donde comenzó como practicante en la empresa Tecnoloplating localizada en su natal Guadalajara, Jalisco.

Egresada de la carrera de Ingeniería Química en la Universidad de Guadalajara (la famosa UDG), Márquez tuvo la oportunidad de viajar becada a Córdoba, España, durante un semestre académico, lo que le permitió conocer nuevas culturas y formas de pensar: “mi capacidad de adaptación creció con ese viaje”. A su regreso, se integró en un proyecto dentro del CIDETEQ que incrementó su interés por estos procesos. Más tarde, colaboró como practicante en Tecnoplating y, luego, en la empresa japonesa Alpha Industry, donde aprendió sobre el proceso de cromado sobre plástico. “Buscaba confirmar que esta área era lo que más me gustaba de las diversas especialidades de la carrera y cada vez me quedó más claro que así era”.

Poco después, a esta ingeniera se le presentó la oportunidad de trabajar como analista de laboratorio en Galvanizada del Occidente (GDO), y dentro de esta misma empresa buscó pasar al piso de producción. En ese tiempo conoció a quien es su actual jefe, y quien hace siete años la invitó a formar parte del equipo de ventas y servicio técnico de la empresa Dipsol México.

“Puedo ver a diario los resultados de esas semanas y meses de mucha intensidad y presión, fue un trabajo en equipo que me hizo muy feliz”.

Adaptarse a nuevas circunstancias es algo que la enorgullece, pues le ha permitido explorar ámbitos distintos y experimentar otras formas de trabajo, pero su principal orgullo profesional es haber participado en la expansión de la empresa en la que colabora en Irapuato, Guanajuato.

“Cuando entré éramos únicamente tres personas y empezamos en una oficina muy pequeña. Me tocó la fortuna de que el corporativo decidiera hacer crecer Dipsol México y me confiaron el desarrollo de los laboratorios, buscar proveedores, equipos, e ir a Japón a conocer los procesos productivos y control de calidad, con el propósito de migrar toda la información establecer procesos e implementarlos acá en México”, recuerda.

A cuatro años de inaugurados, esos laboratorios siguen llenando de satisfacción a Márquez. “Los veo como a un bebé que me tocó ver nacer y ser parte su crecimiento. Me siento muy orgullosa de haber sido partícipe de esto. Puedo ver a diario los resultados de esas semanas y meses de mucha intensidad y presión, fue un trabajo en equipo que me hizo muy feliz”.

Brechas generacionales y de género

Con 30 años de edad, esta ingeniera ha sido testigo de situaciones en la industria donde se subestiman las capacidades de otras personas, y eso sucede ya sea por un choque generacional o por diferencias de género.

“Siento que existen como dos generaciones en la industria, una que trae la vieja escuela con mucha experiencia, pero poco adaptables a tecnologías o nuevas formas de pensar, y otra con técnicos jóvenes que están en sus 30 o veintitantos años, con más control de procesos y tecnología”, comenta.

A nivel personal, Márquez vivió las consecuencias de ese choque cuando le pidió a un colega mayor que la ayudara a desarrollarse y este le contestó que no porque él había iniciado “desde abajo”. “¿Por que no ser empáticos y ayudarnos? Su respuesta fue prácticamente: ‘Tienes que sufrir como yo’, y creo que debería ser lo contrario. Si somos pocos en la industria, hay que apoyarnos entre todos”, refiere.

Además de la edad, otra característica por la que se tiende a subestimar las capacidades ajenas es por el género. “Como mujer desconfían, casi de manera intrínseca, en nuestro conocimiento y experiencia. Es muy difícil demostrar tus capacidades y conocimientos. A muchos se les hace extraño que: primero, una mujer se interese en esta industria y, número dos, que tengas más conocimiento que algunos hombres con años en este campo”.

“Aunque las mujeres queramos ser partícipes, si tus colaboradores son machistas eso te desanima y afecta tu desempeño”.

Y, más allá de la posible desconfianza en su capacidad, Márquez ha visto la necesidad de establecer un código de comportamiento estricto con la clientela que le toca atender. “Con el tiempo he aprendido a limitar mi comunicación porque se presta mucho a que, por llegar sonriendo o saludando, se piense otra cosa. En general, trato de evitar el contacto físico, por algunas experiencias previas”.

La diferencia de fuerza física entre hombres y mujeres es uno de los rasgos que más se mencionan en las industrias para preferir hombres en ciertos cargos, pero esta profesional se propuso vencer el mito de que no puede hacer ciertas actividades. “Muchas veces se requiere estar en las líneas o hay que cargar porrones o mangueras. A veces me dicen que no lo haga, pero he aprendido a hacerlo. Me gusta y es como decir: ‘Ni creas que no puedo’, y no tanto por demostrarles a ellos, sino porque me gusta lo que hago”.

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“Que se dé voz a las mujeres en la industria; eso empodera a otras mujeres”.

Formar parte de un equipo que la alienta y confía en sus capacidades es algo que esta ingeniera valora mucho. “Ha sido una confianza y empoderamiento que he desarrollado en años, pero tener un equipo que te apoye y confíe en ti también es crucial. Aunque las mujeres queramos ser partícipes, si tus colaboradores son machistas eso te desanima y afecta tu desempeño”.

Esta profesional advierte una creciente presencia de mujeres en el sector de acabados y, por ello, considera muy importante “que se dé voz a las mujeres en la industria; eso empodera a otras mujeres para que digan: ´Yo quiero hacer eso también, no es solo de hombres, hay mujeres que ya lo están haciendo. ¡Si ella puede yo también!’”.

Desde su perspectiva, un paso importante para caminar hacia la equidad es “escuchar las experiencias de las mujeres en la industria, crear conexiones entre nosotras, compartir conocimiento y ofrecernos apoyo. Que los hombres escuchen, vean y entiendan que las mujeres somos igual de valiosas que ellos y tenemos mucho que aportar al fortalecimiento y crecimiento de la industria. Nuestra presencia es cada día más evidente y no va a parar”.

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