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Cuando José Regis Ordoñez fundó su empresa hace 40 años, lo hizo convencido de que la burocracia no era lo suyo. Con 28 años de edad, ya había trabajado en varias entidades de gobierno como la Casa de Moneda, y Programación y Presupuesto del gobierno de Tlaxcala, pero él sencillamente no se hallaba a gusto en esos cargos.

El momento decisivo para Regis (como lo llaman tanto en su familia como en la empresa) ocurrió cuando el equipo en que colaboraba lo invitó a mudarse a Chiapas, donde le ofrecían un puesto directivo. “Yo le pensé y dije: soy ingeniero químico-metalúrgico. A Chiapas… ¿yo qué voy a hacer a Chiapas? Y no me animé”, recuerda.

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Hacía tiempo que llevaba dándole vueltas a la idea de poner un negocio, pero aún no había elegido el giro. Tres años antes de terminar la universidad, un amigo que trabajaba para automotriz le pidió ayuda con los acabados de unas piezas, y sacaron adelante el proyecto con el beneplácito del papá del amigo, que prometió darles más trabajo.

Esta experiencia estaba muy presente en la mente del entonces emprendedor, quien a pesar de estar casado y ser el principal sostén de su familia —formada por Ana María Cerrillo Pacheco y sus dos primeras hijas, Jessica y Mildred—, optó por abandonar la seguridad del empleo fijo para probar suerte como empresario.

“Poco a poco fuimos creciendo, adquiriendo más maquinaria, equipo y más personal, hasta ahorita que ya somos 79 personas”, dice Daniela Regis.

Decidido, el joven Regis le contó sus planes a su hermano, le pidió un préstamo y comenzó su producción en un espacio de 32 metros cuadrados en una colonia al norte de la Ciudad de México. “Cuando alquilé la accesoria, con lo que me prestaron compré un rectificador, una centrífuga y empecé a ofrecer el servicio de recubrimiento de zinc”.

Cuatro décadas después, Daniela Regis, tercera hija de la pareja y encargada de producción de JEMIDA relata que su papá “siempre ha dicho que la industria es para crecer, que siempre hay oportunidades. Le llamó la atención lo de los acabados y jaló a mi mamá, que es contadora. Ella le ayudó en la parte administrativa, y los dos fueron haciendo equipo. Poco a poco fueron creciendo, adquiriendo más maquinaria, equipo y más personal, hasta ahorita que ya somos 79 personas”.

Así comenzó la historia de éxito de esta empresa familiar que ha logrado abrirse paso en industrias muy demandantes y, de paso, ha sobrevivido a las múltiples crisis que han azotado al país, e incluso a la economía global.

El valor de ser versátil

Los aprendizajes de juventud de Regis marcaron, sin duda, el rumbo de su negocio. “Me inicié con los tornilleros y vi que, si un tornillero estaba en crisis, todos tenían crisis”, dice. Por esta razón, se ha encargado de repetirle a su familia y colaboradores que un negocio como el suyo no puede depender de un solo cliente ni de una industria, y para garantizar su supervivencia, resulta vital diversificar los proyectos.

“Algo que nos dice Regis es que no tenemos que casarnos con una sola industria porque finalmente le pegas a automotriz, te casas con ella, le pasa algo, y te vas con la crisis. Buscamos ser versátiles porque si hay una crisis, nos podemos rescatar con un proyecto destinado a la construcción o para la industria eléctrica”, comenta Daniela.

Esto explica por qué JEMIDA ofrece un amplio abanico de acabados, con 12 procesos distintos mediante los cuales recubre piezas para industrias como automotriz, eléctrica, electrónica, petroquímica, construcción, e incluso hace acabados decorativos, además de atender múltiples trabajos ocasionales.

Entre sus clientes están grandes empresas de las áreas de automotriz, construcción, eléctrica, así como muchos clientes pequeños que le confían sus piezas a Regis desde hace décadas. La capacidad de JEMIDA le permite atender hasta 170 clientes en un año.

JEMIDA ofrece un amplio abanico de acabados, con 12 procesos distintos mediante los cuales recubre piezas para industrias como automotriz, eléctrica, electrónica, petroquímica y construcción.

En su planta de la colonia Valle Gómez, puede verse la variedad de procesos que tienen lugar al mismo tiempo. Por un lado, se ve el fosfato, por otro el zinc y más allá el pavonado. Lo mismo puede verse a un operador colocando piezas en racks, que otro sumergiendo un barril con piezas pequeñas, mientras otros transportan cajas listas para ser entregadas al cliente. “Aquí tenemos todo muy artesanal, ya que muchas cosas se realizan de forma manual”, señala Daniela.

La variedad de procesos es resultado también de la experiencia de Regis con clientes que requerían diferentes acabados y preferían un proveedor les ofreciera todo bajo un mismo techo. “Me di cuenta de que el cliente quiere tener su material con un solo proveedor”, por lo que comenzó a desarrollar proyectos a la medida, dependiendo de las necesidades de cada cliente. “Hice de todo: anodizado, abrillantado de aluminio, níquel, plata... pero todo en chiquito”, dice.

Y dado que JEMIDA ha crecido a partir de las necesidades de sus clientes, desde hace tres años comenzó a planear su expansión a una nueva planta en Atlacomulco, Estado de México, la cual ha venido a inyectar una nueva dinámica a la empresa, ya que en las nuevas instalaciones todos los procesos están automatizados.

Calidad que se recomienda de boca en boca

Al adentrarse en operación de JEMIDA, sorprende enterarse de que la empresa no cuenta con un departamento de ventas como tal, pues casi siempre sus nuevos clientes llegan por recomendación de otra persona.

Daniela tiene claro que a su papá “no le gusta la socialité ni ir a las ferias y esas cosas”, razón por la cual la empresa se empeña en brindar un excelente servicio y calidad. Para garantizar esta última, JEMIDA logró su certificación en ISO 9001:2015, está trabajando para certificarse en ISO/TS 16949 y ha hecho una importante inversión en equipo de laboratorio, equipo de rayos X, cámara salina y medidor de espesores.

La nueva planta de Atlacomulco ha venido a inyectar una nueva dinámica a la empresa, ya que en las nuevas instalaciones todos los procesos están automatizados.

“La idea siempre ha sido ir de boca en boca, atender bien al cliente, darle el servicio, y por eso ampliamos a tres turnos, porque finalmente somos parte de la última etapa de los productos, entonces, el trabajo casi siempre llega quemado en tiempo”, resume Daniela.

Desde el inicio, el compromiso de Regis con sus clientes ha implicado mantener altos estándares de calidad, porque, como le ha enseñado a su hija menor, “los problemas vienen cinco, 10 o 15 años después, y el responsable eres tú, por eso las cosas hay que hacerlas bien, porque somos parte de la calidad y el éxito del cliente; somos parte de su producto”, dice Daniela.

Pasando la estafeta a la nueva generación

La planta de Atlacomulco representa un paso importante para JEMIDA en muchos sentidos, pues con estas instalaciones entra de lleno al mundo de la automatización y el uso de tecnologías avanzadas para el tratamiento y reutilización del agua, así como la adopción de un sistema ERP, el cual esperan que entre en servicio en breve.

Otro aspecto importante es que las instalaciones en el Estado de México vienen a ampliar el abanico de procesos de la empresa, que además del zinc y zinc-níquel, ahora puede ofrecer níquel electroless y zinck-flake.

El reto de organizar la nueva planta recayó en Andrés Acuña y Ernesto Ibarra, esposos de Mildred y Daniela, respectivamente. Andrés y Ernesto se encargaron de desarrollar el nuevo proyecto y ejecutarlo, lo que implicó trabajar con distintos proveedores para dar forma a las nuevas líneas de acabado que ya están operando al 30 por ciento de su capacidad.

“Estuvimos buscando principalmente proveedores locales para que construyeran la línea y también buscamos la manera de bajar costos al adquirir equipos eficientes. Todos los involucrados nos juntamos para ver qué podíamos hacer: implementando la experiencia de Andrés en equipos, la mía en procesos; y en conjunto con los proveedores, diseñamos, desarrollamos y construimos nuestra línea”, explica Ernesto.

Así, el equipo de JEMIDA entró en contacto con la mexicana SPI Soluciones en Termoplásticos, que se encargó de proveer e instalar los tanques de proceso (“porque hay que ayudarnos entre mexicanos”, dice Ernesto), con KraftPowercon, que les instaló los rectificadores (“nos apoyaron un montón”, comenta Ernesto); y Helmut Fisher, a quien le compraron un nuevo equipo de rayos X (“a ellos ya los conocíamos, y sabíamos de su calidad”, afirma Daniela).

Y más allá de las nuevas tecnologías, la apertura de la planta en Atlacomulco representa para esta empresa familiar la continuidad del proyecto iniciado cuatro décadas atrás por José y Ana María, pues con estas instalaciones los padres le estarán pasando la estafeta a sus hijas para que, en el mediano plazo, se hagan cargo de la empresa.

Por todo esto, la decisión de invertir en la nueva planta fue resultado de una planeación estratégica detallada en la que la familia analizó, no sólo la factibilidad económica del proyecto, sino también sus planes de vida a mediano y largo plazo.

Con la apertura de la planta en Atlacomulco, José Regis y Ana María Cerrillo, le están pasando la estafeta a sus hijas: Jessica, Mildred y Daniela.

“Nosotras somos tres hijas, entonces nos preguntamos si era un trabajo para mujeres o no, si nos gustaba o no, el tema complicado de que en la planta son muchos hombres y la lucha de los géneros… Pero pues, finalmente, las tres estamos trabajando aquí, mi mamá está aquí, nuestros esposos están aquí, entonces en realidad estamos todos”, dice Daniela.

Para los padres estaba claro que la última palabra la tenían las hijas, y Regis les dijo: “la idea es que ustedes continúen, si realmente lo quieren, o si no ya cada quien se va a su casa”, relata Daniela.

Por fortuna para todos, las hijas decidieron seguir en el negocio, lo que llenó de satisfacción a su padre. “Es increíble —comenta Regis. Nunca me imaginé que siendo un trabajo tan sucio les fuera a interesar. Una estudió contabilidad, otra administración de empresas y, la otra, comercio internacional, entonces dije: ¿quién se va a interesar en este negocio?”

Y aunque Regis no tiende a ser muy expresivo, en este caso hace una excepción y agrega: “Me emociona porque mis hijas están interesadas y ahí están mis yernos. Mi objetivo es dejarles algo para que tengan la base de su manutención, y siento bonito que están totalmente metidas en el negocio”.

Ni José Regis ni Ana María Cerrillo podían imaginar hace 40 años que el acto de amor que los llevó a crear el acrónimo JEMIDA con los nombres de sus hijas acabaría por convertirse en su destino.

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