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Estañadora es una empresa que mira con optimismo al futuro, pues desde que su directiva decidió dar el salto hacia la automatización de sus procesos, ha comenzado a producir más que nunca en su historia.

Ubicada en Tlalnepantla, Estado de México, su planta es una de las cuatro que hay en Norteamérica dedicadas a los acabados para defensas de tractocamiones. Las otras tres se encuentran en los Estados Unidos y Canadá, pero de todas ellas, Estañadora es la que más produce, ya que entrega cerca de 1,500 defensas a la semana, explica Francisco Hornelas Vargas, gerente general de la compañía, la cual ha estado dos veces en el Top Shop de Products Finishing.

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“En otras épocas hemos tenido más mano de obra, pero nunca hemos producido tanto”, confirma su padre, Francisco Hornelas Orozco, director general de la empresa. “Tengo análisis históricos de la compañía y, sí, los últimos años han sido los mejores en nuestra historia en cuanto a número de piezas producidas”.

Con más de 180 colaboradores, Estañadora ofrece procesos de acabado en cromo-níquel, cromo-níquel-cobre, anodizados tipo 2 y 3, cromo-níquel-cobre sobre aluminio, sobre aleaciones zamak y sobre fierro, además de pulido manual y automático.

Si bien las defensas de los tractocamiones han sido el core business de la compañía desde hace más de una década, Estañadora trata también piezas como cabeceras para coches, rieles para quemacocos y cajuelas, y jaladeras de aluminio para pickups, entre otros.

Sus clientes son una docena de empresas Tier 1, a quienes Hornelas Vargas les vende no sólo los acabados, sino también el servicio y la confianza, de manera “que el cliente sepa que le van a llegar las piezas en tiempo y forma, y con la calidad que compró”.

Una de las principales transformaciones que ha vivido la empresa ha sido la integración de ocho nuevos robots para lijar y pulir las enormes defensas de los tractocamiones, pues era inviable seguirlo haciendo de forma manual, no sólo porque es un trabajo que demanda un gran esfuerzo físico, sino también porque sería imposible tener el espacio y la mano de obra para producir lo que hacen ahora.

“Para producir el volumen que estamos sacando actualmente necesitaríamos tener 180 pulidores y no hay manera. Es imposible”, dice Hornelas hijo, quien, con apenas 33 años, lleva diez trabajando en un plan para automatizar todas las operaciones de la empresa.

Haciendo historia en la industria de acabados

Aunque Estañadora se ubica hoy en una zona industrial, sus primeras instalaciones estuvieron en la colonia Del Valle, cuando en septiembre 1940 Francisco Hornelas Lavat, entonces profesor de electroquímica del Politécnico, decidió aventurarse en el mundo de los negocios y asociarse con Manuel Ballesteros para fundar la Compañía Estañadora Nacional.

“Siendo pionera en acabados metálicos se dedicó desde sus inicios a estañar partes para la empresa Telefónica Nacional (Telmex)”, dice el sitio web de Estañadora. Otro de los trabajos que tuvo la empresa en sus inicios fue estañar partes para ferrocarriles.

Las operaciones de Estañadora crecieron rápidamente y la empresa requirió más espacio, por lo que dos años después de fundada se mudó a la calle Josefa Ortiz de Domínguez, en la colonia Del Carmen, junto a los Viveros de Coyoacán. No obstante, en los años cincuenta el gobierno de la Ciudad le comunicó a los dueños que debían salir de ahí porque sus actividades eran incompatibles con esa zona residencial.

Fue así como se planeó la mudanza a la nueva planta en Tlalnepantla. Las primeras fotografías que se tomaron ahí muestran el terreno de 27 mil metros cuadrados, casi rural y semidesierto, sin la infraestructura, avenidas ni construcciones que ahora la rodean.

Era la primera mitad de los años sesenta y la empresa no había encontrado aún su vocación automotriz. “En un principio teníamos de todos los acabados: cromo, anodizado, y se manejaba oro, plata, cobre, todo lo que se le ocurra. Se hacían muchísimas cosas. Muchas piezas chicas: grifos, llaves, herramientas, muebles”, dice Hornelas padre.

Aunque el estaño se dejó de usar desde 1960, Hornelas Lavat optó por mantener el nombre de Estañadora luego de que su socio y él decidieron separar la sociedad, y Hornelas se quedó con las operaciones de cromo y anodizado.

En esa época el mercado mexicano estaba cerrado a las importaciones y era muy difícil hallar maquinara y repuestos, por lo que la empresa optó por generar los insumos que necesitaba. “Yo aprendí a hacer las líneas de producción, los tanques, los procesos, el diseño. Muchas cosas las desarrollamos nosotros mismos. Era nuestra ingeniería. De hecho, nosotros hacíamos los rectificadores de cromo”, recuerda Hornelas Orozco.

El giro hacia automotriz

En 1965, la empresa Ford empezó a desarrollar un proveedor de cromados en Monterrey para que hiciera el acabado de las defensas de sus autos, ya que entonces las empresas extrajeras debían trabajar con empresas locales para lograr la famosa “integración nacional”.

“Ese proveedor tuvo mil problemas y no pudo entregar las defensas cromadas”, comenta Hornelas Orozco, por lo que alguien que conocía a Estañadora la recomendó con Ford para hacer el trabajo que estaba pendiente en Monterrey.

“Llegaron con la urgencia terrible de sacar partes, y entonces Estañadora resolvió el problema”, recuerda Hornelas padre. “Empezaron a entregarle defensas a Ford, y con el tiempo siguieron General Motors, Chrysler, etcétera… Y después las defensas de auto fueron cambiando a pickups y ahora estamos en camiones”.

Sin proponérselo, Estañadora se había convertido en proveedora de las principales armadoras automotrices del país.

En esta nueva etapa, el crecimiento fue estable hasta que llegó la crisis de 1976 y la devaluación del peso. Un sexenio después, otra crisis golpeó al país, “y de ahí para adelante hemos estado con los vaivenes de las crisis”, dice Hornelas Orozco, quien no olvida que la crisis de 1995 casi los hizo pedazos, pero afortunadamente se repusieron en 1997, cuando Chrysler les hizo un pedido importante de defensas para pickup. “Ese momento nos dio un empujón para arriba impresionante”.

A pesar de los reveses, Estañadora se mantuvo trabajando siempre, y aunque en el camino se vio obligada a perder equipo y colaboradores, la empresa logró salir a flote.

Experiencia y juventud: una combinación poderosa

Luego de 10 años de convivir todo el tiempo en la planta, los Hornelas han aprendido a ponerse de acuerdo rápido. Ambos saben qué esperar del otro: mientras el padre nos cuenta la historia de la empresa, el hijo (“Fran”, como lo llama su papá) toca los temas de automatización y el futuro de la compañía.

Puede decirse que su simbiosis, e incluso la de ellos con el legado del abuelo, es lo que ha llevado a Estañadora a ser la empresa más productiva en el nicho que atienden.

A decir de Hornelas padre, el chiste de que trabajen juntas dos generaciones en una empresa es “que el hijo use el consejo del papá y se vuelva un joven con la experiencia de muchos años, y que el papá deje correr al hijo para tener la energía de los jóvenes”. Minutos después reflexiona y dice que esto no siempre funciona “porque también ha habido muchos hijos que quiebran los negocios de los papás”.

Para Hornelas hijo, el aprendizaje del negocio ha pasado de forma natural de una generación a otra, pues dice: “yo no conocí a mi abuelo, pero creo que tal vez está en nuestros genes entender las cosas; por lo menos así le hizo él, que era maestro, y así le hizo mi papá. Para mí es igual: si voy a tener un robot, me gusta primero entender cómo funciona”.

Y aunque a primera vista parece que padre e hijo conviven siempre de manera armónica, la realidad es que su relación no está exenta de desafíos. “No es nada sencillo —comenta el padre. Entre más grandes son los proyectos, más duras son las discusiones”.

El futuro es de los que innovan

La combinación de energía y experiencia que padre e hijo aportan a Estañadora los llevó a dar los primeros pasos hacia la automatización. “Yo no tenía la energía de meterme a pelear con robots, y Fran sí tiene las pilas”, afirma Hornelas padre.

Por su parte, Hornelas Vargas está convencido de que el futuro de Estañadora está ligado a la tecnología y la innovación. “Mi idea es automatizar toda la planta y quiero que la próxima línea que hagamos sea con la menor cantidad de personas posible”, dice. Para ello, se ha rodeado de egresados de carreras especializadas. “Me gusta contratarlos con ideas frescas, con empuje, con ganas, y echarlos al ruedo”.

Su equipo, formado por siete jóvenes ingenieros de menos de 28 años (dos en robótica, dos en química, dos en mecatrónica y uno en materiales), se encarga de la Investigación y el Desarrollo, así como de los proyectos de Innovación de la empresa, y tiene como misión eliminar los trabajos con poco valor y crear trabajos de mayor valor agregado.

Además de implementar múltiples cambios en todos sus procesos, este equipo de ingenieros monitorea y analiza los avances que se van dando en la industria automotriz para ver qué oportunidades de innovación pueden surgir. “Hay materiales nuevos que van a llegar y tenemos que estar subidos en el barco, porque no podemos quedarnos atrás nada más puliendo y haciendo lo mismo”, explica Hornelas Vargas.

Para él, la compra de ocho nuevos robots (más uno que está por llegar) y la creciente automatización de sus líneas de producción es apenas el inicio del plan que lleva afinando desde hace años. Y aunque los cambios recientes han hecho que la empresa crezca prácticamente al doble, él no parece estar satisfecho, pues todavía ve muchas oportunidades de mejora y crecimiento.

“La visión que tengo es que el negocio es un sustento para generar valor e innovaciones”, dice, y afirma que lo que realmente busca con su trabajo es “crear valor, trascender, y poder decirle a mis hijos y a mis nietos que esta persona vale por lo que generó ante otras personas, con su equipo y con su gente”.

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